martes, 10 de diciembre de 2013

Tartamudez, una mirada estratégica


La terapia breve estratégica es un modelo terapéutico desarrollado por Giorgio Nardone y Paul Watzlawick en la Escuela de Palo Alto en California y en el Centro de Terapia Estratégica de Arezzo en Italia. Este modelo estratégico se ha hecho muy conocido por ser capaz de solucionar trastornos fóbico-obsesivos, trastornos alimentarios y conflictos familiares y educativos en muy corto tiempo.
 
En la presentación del libro “Diálogo estratégico” de Giorgio Nardone y Alessandro Salvini (Ed. Herder), podemos leer este texto luminoso:
 
§ 1. Sobre la terapia estratégica

La terapia estratégica, obra principal de la llamada “Escuela de Arezzo”, vertebrada en torno a Giorgio Nardone, más que basarse en una teoría de la naturaleza humana para analizar el comportamiento, se ocupa del modo en el que el ser humano percibe y gestiona (construye) la realidad propia a través de la comunicación que cada cual establece consigo mismo, con los otros y con el mundo.

Cada cual, pues, construye su mundo desde un punto de vista particular. Estas ideas recuerdan de cerca el denominado “perspectivismo”, que hunde sus raíces en Nietzsche y que cuenta con Ortega y Gasset como uno de sus más eximios representantes. En distintos lugares, Nardone subraya esas dependencias teóricas respecto de Ortega. Recuérdese que para este filósofo español “yo soy yo y mis circunstancias”, entendiendo por circunstancias el entorno (el medio o mundo) que cada cual se construye desde su propia perspectiva. Esa construcción, se dirá desde la terapia estratégica, es clave, y se realiza, como ya he dicho, desde la comunicación que cada cual establece consigo mismo y con los demás.

En esa comunicación surgen problemas y, para afrontarlos, los afectados ensayan soluciones. A esos ensayos Nardone los denomina “intentos de solución”. Algunos de estos intentos de solución complican más las cosas en lugar de resolverlas y, en vez de cambiar de práctica y ensayar otras soluciones, lo habitual es que las personas afectadas aumenten la dosis del intento de solución que han llevado a la práctica. Así hasta que estas soluciones intentadas se vuelven rígidas y disfuncionales. En esas circunstancias el problema se mantiene y crece por los intentos que se hacen de solucionarlo. Es el paciente el que, en definitiva, está construyendo el problema que le afecta.

Los rasgos típicos de cualquier fobia son:

1. Evitación de situaciones a las que la persona tiene miedo.

2. Solicitud de ayuda a alguien cercano para actuar en su lugar.

3. Intento de control de la respuesta de ansiedad, que paradójicamente hace perder el control.

4. Intentos de solución que agravan el problema.

Estos rasgos recuerdan al comportamiento de muchas personas tartamudas:

1. La persona evita enfrentarse a situaciones de habla que le dan miedo.

2. Si la situación de habla es inevitable, busca ayuda en alguien que esté disponible para que hable en su lugar.

3. Intenta controlar la respuesta de ansiedad por medio de las técnicas o trucos que tiene más a mano. El resultado es que la ansiedad aumenta y la persona pierde el control de la situación

4. Y si no tiene otra salida que hablar, mantiene el intento de solución que lleva ensayando desde la infancia: la lucha por hablar, el forcejeo, inútil intento de solución para hablar fluidamente.

Ahí va lo que yo creo:

La tartamudez es una fobia social. ¿Por qué hay veces que soy espontáneo al hablar y hay veces que me cuesta horrores? Cuando soy espontáneo al hablar y las palabras me salen fluidas, no me acuerdo de la tartamudez: soy yo mismo, expresando mi alegría y mi autenticidad. Cuando me bloqueo y me cuesta hablar, mi mente es una mente tartamuda. ¿Por qué unas veces tartamudeo y otras no? ¿Cómo es que una gran mayoría de las personas tartamudas pueden hablar fluidamente cuando están solas y no hay nadie a la vista? Si la tartamudez fuera genética o hubiera un fallo en el cerebro, tartamudearíamos siempre.

La mirada estratégica de Nardone me sugiere esta explicación aplicada a la tartamudez:

Si durante la infancia, el intento de solución inicial apareció en pequeñas dosis, al ver que no era suficiente, la dosis de forcejeo y lucha por hablar aumentó. Igual que para derribar un muro a cabezazos, si un pequeño cabezazo no sirve, dar otro más fuerte, y si no este no es suficiente, dar otro todavía más fuerte. Hasta que llega un momento en que el forcejeo es tan evidente y tan vergonzoso para el niño, que surge la impotencia, la frustración y la culpa por ser tartamudo. La persona se “rompe” por dentro de la misma manera que se rompería la cabeza contra el muro.

A esto se añade la renuncia de la persona tartamuda a ejercer su propio poder personal. Es el “no puedo”, el “no valgo” y la entrega del poder al “otro”, sean los padres o la dependienta del pan, por poner un ejemplo cotidiano. La persona tartamuda que ha renunciado a su poder personal creerá que el “otro” tiene el poder de validar su valía como persona. Así, una sonrisa de aprobación del “otro” le causará felicidad y bienestar, temporal, claro está. Al día siguiente, una mirada de desaprobación, de burla o de ignorar a la persona tartamuda, le provocará una bajada del ánimo que podrá durar días, semanas o meses.

El campo de visión del mundo de un niño o una niña no es el mismo campo de visión que tiene un adulto. Ante un problema de comunicación, por ejemplo, no atreverse a hablar delante de una figura autoritaria (los padres, maestros) por miedo, es decir, miedo al “otro”, se produce un bloqueo en la comunicación, y el niño o la niña (depende de su personalidad, genética, entorno, circunstancias, etc.) ensaya un intento de solución: la lucha o el forcejeo para que las palabras salgan. Como las palabras salen con dificultad, lo más fácil es aumentar la dosis del intento de solución. Es decir, si un poquito de dosis no resuelve el problema, probar con más dosis, y si esa dosis no es suficiente, probar con una dosis mayor. Así, el forcejeo aumenta, la tartamudez se agrava y la fluidez nunca llega. El niño o la niña no es capaz de poner en práctica otra estrategia. Es como intentar derribar el muro a cabezazos.

El mapa mental que el niño o la niña ha creado, es decir, su visión del mundo, sus creencias y sus respuestas ante los estímulos que se le presentan, su “yo y mis circunstancias”, se mantiene ahí como visión del mundo por años y años, visión enquistada y petrificada. En lenguaje PNL, se dice que la persona ha sido programada para que funcione con el “piloto automático”. Así, la persona reacciona a las situaciones de habla y de su vida en general, tal como fue programado, es decir, tal como aprendió durante la infancia. La tartamudez sería como un mecanismo de defensa de la persona ante el mundo. Pero un mecanismo de defensa que ha resultado inútil, porque ni siquiera ha resuelto el problema de comunicación inicial, al contrario, encima lo ha agravado y ha metido a la persona tartamuda en una jaula.

Visto esto, lo que sugiere el modelo estratégico es que hay un camino posible de cambio de visión del mundo, un cambio de programación, un cambio de mentalidad: pasar de la mentalidad tartamuda (con bloqueos internos que se traducen en bloqueos externos) a la mentalidad fluida (sin bloqueos internos), que se traduciría no necesariamente en conseguir la fluidez total, sino por lo menos en recuperar el poder personal, en dejar de evitar las situaciones de habla y en dejar de intentar controlar el habla, que en sí es un acto espontáneo. Es otra manera de explicar la propuesta de John Harrison a partir del hexágono de la tartamudez, en la que decía que para disolver la tartamudez, la persona ha de cambiar por completo su manera de relacionarse con el mundo.


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