domingo, 29 de diciembre de 2013

Sacar la grandeza de los pechos de las personas que tartamudean (y también de las que no tartamudean)


 
Han pasado ya casi 8 años de mi entrada en la Fundación Española de la Tartamudez. Fue uno de los grandes momentos en mi vida, uno de esos grandes momentos que me cambiaron profundamente. La primera vez que me reuní con el grupo de autoayuda de Barcelona en la primavera de 2006, la primera cosa que me salió decir cuando me tocó hablar fue “Ahora sé que ya no estoy solo”. La “soledad del diferente” que tanto me había entristecido durante años y años empezó a esfumarse. Y me atreví a poner el nombre a lo que me pasaba: tartamudez. Unos días después de aquella primera reunión me pasó una cosa que os voy a contar:

Estaba hablando con una señora mayor que no conocía de nada, y hablábamos en catalán. Esa señora, como notaba que me costaba hablar, me dijo, inocentemente, claro está, con un fuerte acento catalán: “¡Ya me puede hablar castellano si le es más fácil!”. Yo solté una carcajada inmensa y le dije, riéndome de aquella situación: “¡No, es que sóc tartamut!” (¡No, es que soy tartamudo!). Era la primera vez que “confesaba” mi tartamudez, y me quedé muy ancho, muy satisfecho. Me acepté. Después de aquello, mi recuperación empezó a dar pasos de gigante.

Otro gran momento fue cuando empecé a investigar sobre la tartamudez y descubrí los escritos de John Harrison en internet. Su historia de superación de la tartamudez y su modelo del hexágono me indicaron el camino. Su visión no tiene nada que ver con la visión mecanicista de la tartamudez: había bloqueos del habla no por defecto “mecánico”, sino porque había bloqueos internos previos (creencias limitantes, percepción distorsionada de la realidad, miedo y ansiedad exagerada, evitación, etc.). Si son los bloqueos internos de la persona los que se somatizan en bloqueos en el habla, la cuestión es trabajar esos bloqueos internos para poder emprender la disolución de los bloqueos en el habla.

Después vino la gran experiencia en el teatro: “Vidas Melódicas”, del gran Bertus Compañó, la obra que la Fundación hizo para dignificar a la tartamudez dentro de la sociedad, que tanta repercusión tuvo en su día. Mi papel era el de un futuro presidente del gobierno con tartamudez, dando su discurso ante un gran auditorio sobre cómo superar las dificultades. Aquel discurso me lo hice mío, era yo, Juan Miguel Lorente González, no un actor, quien hablaba delante de 700 personas en el Auditori de Granollers. Aquella experiencia me gustó y decidí que debía continuar exponiéndome al público. Por eso me “atreví” a dar conferencias, ya llevo unas cuantas. Después vino el Máster de Coaching Ejecutivo y Personal en la Universitat Pompeu Fabra de Barcelona, que me abrió en canal. Después más conferencias y empecé a participar dando cursos, hasta la actualidad.

Y gracias a John Harrison, de nuevo, que descubrí el gran trabajo sobre la tartamudez que se está haciendo en Estados Unidos y que está dando muchos frutos. Hay muchos casos de disolución de los bloqueos del habla, gracias a la utilización de la PNL (Programación Neuro-Lingüística) y la Neuro-Semántica. Estas herramientas son una inmensa fuente de recursos para el Coaching y que están ayudando a miles y miles de personas que tartamudean a superar la tartamudez.

Ya sabéis cuál es mi visión del Coaching como herramienta potentísima para al cambio personal y social, y ya sabéis que tartamudeo, “por el momento”. Recordando a Viktor Frankl, el sentido de mi existencia ya lo descubrí: mi profesión, mi vocación, mi misión, mi lugar en el mundo es la de ser coach, en especial coach para personas que tartamudean, para acompañarlas a hacer salir el gigante que llevan dentro, ese que está deseando expresarse con libertad y con autenticidad. El Coaching ayuda a las personas a sacar la grandeza innata de sus pechos, para dejar de sentirse pequeñitas. En el ser humano hay un tesoro escondido que pide a gritos ser rescatado, y el Coaching es una herramienta fantástica para permite excavar y rescatar el tesoro.

Aprovecho para mostrar mi profundo agradecimiento a la Fundación Española de la Tartamudez y a ATCAT (Associació de la Tartamudesa de CATalunya). Dentro de las actividades de ATCAT para el año 2014, en breve os presentaré nuestro Proyecto Palabras Libres/Free Words Project. Tanto en la Fundación como en ATCAT hay grandes personas trabajando por nuestro bienestar.

A todas las personas que me leen, ofrezco mis servicios de Coaching a personas que tartamudean y lo más importante, que se “atrevan” o “quieran” dar el gran cambio en sus vidas. Y también, claro está, a personas que sin tener ningún problema en el habla, se “atrevan” o “quieran” dar el gran cambio en sus vidas. Yo estoy a Arenys de Mar (Barcelona). Si las grandes distancias hacen difícil encontrarnos, podemos quedar via skype o por teléfono, pero lo mejor es vernos, no hay nada mejor que el contacto personal cara a cara. Y por mis honorarios, no os preocupéis, ya lo arreglaremos.

Un abrazo.

jueves, 19 de diciembre de 2013

La soberanía y la independencia


Vivimos en unos tiempos muy interesantes, una encrucijada de caminos, en los se habla mucho de la soberanía nacional y la independencia. Precisamente nosotros, inmersos en un mundo donde los poderes fácticos (banco mundial, fmi, otan, unión europea, mercados de esclavos, paraísos fiscales, lobbys, grandes familias ricas, deudas, hipotecas, bancos, policías, ejércitos, neoliberalismo, grandes partidos, etc.) ahogan al mundo, yo me pregunto: ¿y mi soberanía personal? ¿Y mi independencia personal? ¿Yo soy realmente soberano e independiente? Invito a mis lectores a hacerse esa pregunta.

Si algún día llega la independencia política, ¿cambiará algo de verdad o seguiremos con más de lo mismo? ¿Seremos realmente independientes o seguiremos siendo esclavos de nuestros “amos”? Nuestros “amos” no son solamente los poderes fácticos, incluso diría que los poderes fácticos son solamente nuestros “amos” de segunda línea. Realmente nuestros “amos” de primera línea son nuestras creencias limitantes y nuestras emociones exageradas, las que nos limitan y nos hacen sufrir innecesariamente. Nuestros “amos” de primera línea son nuestras propias jaulas, las que hemos construido nosotros mismos:

  • No soy lo suficientemente bueno.
  • No puedo.
  • No valgo.
  • Soy tonto.
  • Soy inútil.
  • No valgo para los idiomas.
  • No soy un buen padre o una buena madre.
  • Tengo miedo.
  • No quiero bloquearme.
  • Mejor morirme que seguir así, etc.

Tenemos un conocimiento de miles de años que no hacemos servir, que tenemos ahí escondido, ignorado o hasta despreciado, que nos iría muy bien para disolver tanta creencia limitante y tanta emoción exagerada, con la vista puesta en nuestra soberanía y en nuestra independencia, la nuestra, la personal. Una vez soberanos e independientes, el poder de los poderes fácticos caería por su propio peso, ¿o no?

En resumen, si lo que queremos es el cambio político, ¿no tendríamos primero que hacer el cambio personal? ¿Para qué nos servirá la independencia política si seguimos como hasta ahora, como uno de los países que consumen más ansiolíticos y antidepresivos?

¿Dónde está nuestro tesoro, ese que tendríamos que buscar con ahínco? Ese tesoro nuestro, que está ahí, dentro Recalco esto para quien no se acuerde.

Yo me alegro mucho de ser coach, creo firmemente en el coaching como herramienta social para ayudar a las personas a dar ese cambio, el cambio que tanto hace falta para recuperar nuestra propia soberanía e independencia.

Me suena bien “coaching para la soberanía personal” o “coaching para la independencia personal”. ¿Y a vosotros y vosotras?


martes, 10 de diciembre de 2013

Tartamudez, una mirada estratégica


La terapia breve estratégica es un modelo terapéutico desarrollado por Giorgio Nardone y Paul Watzlawick en la Escuela de Palo Alto en California y en el Centro de Terapia Estratégica de Arezzo en Italia. Este modelo estratégico se ha hecho muy conocido por ser capaz de solucionar trastornos fóbico-obsesivos, trastornos alimentarios y conflictos familiares y educativos en muy corto tiempo.
 
En la presentación del libro “Diálogo estratégico” de Giorgio Nardone y Alessandro Salvini (Ed. Herder), podemos leer este texto luminoso:
 
§ 1. Sobre la terapia estratégica

La terapia estratégica, obra principal de la llamada “Escuela de Arezzo”, vertebrada en torno a Giorgio Nardone, más que basarse en una teoría de la naturaleza humana para analizar el comportamiento, se ocupa del modo en el que el ser humano percibe y gestiona (construye) la realidad propia a través de la comunicación que cada cual establece consigo mismo, con los otros y con el mundo.

Cada cual, pues, construye su mundo desde un punto de vista particular. Estas ideas recuerdan de cerca el denominado “perspectivismo”, que hunde sus raíces en Nietzsche y que cuenta con Ortega y Gasset como uno de sus más eximios representantes. En distintos lugares, Nardone subraya esas dependencias teóricas respecto de Ortega. Recuérdese que para este filósofo español “yo soy yo y mis circunstancias”, entendiendo por circunstancias el entorno (el medio o mundo) que cada cual se construye desde su propia perspectiva. Esa construcción, se dirá desde la terapia estratégica, es clave, y se realiza, como ya he dicho, desde la comunicación que cada cual establece consigo mismo y con los demás.

En esa comunicación surgen problemas y, para afrontarlos, los afectados ensayan soluciones. A esos ensayos Nardone los denomina “intentos de solución”. Algunos de estos intentos de solución complican más las cosas en lugar de resolverlas y, en vez de cambiar de práctica y ensayar otras soluciones, lo habitual es que las personas afectadas aumenten la dosis del intento de solución que han llevado a la práctica. Así hasta que estas soluciones intentadas se vuelven rígidas y disfuncionales. En esas circunstancias el problema se mantiene y crece por los intentos que se hacen de solucionarlo. Es el paciente el que, en definitiva, está construyendo el problema que le afecta.

Los rasgos típicos de cualquier fobia son:

1. Evitación de situaciones a las que la persona tiene miedo.

2. Solicitud de ayuda a alguien cercano para actuar en su lugar.

3. Intento de control de la respuesta de ansiedad, que paradójicamente hace perder el control.

4. Intentos de solución que agravan el problema.

Estos rasgos recuerdan al comportamiento de muchas personas tartamudas:

1. La persona evita enfrentarse a situaciones de habla que le dan miedo.

2. Si la situación de habla es inevitable, busca ayuda en alguien que esté disponible para que hable en su lugar.

3. Intenta controlar la respuesta de ansiedad por medio de las técnicas o trucos que tiene más a mano. El resultado es que la ansiedad aumenta y la persona pierde el control de la situación

4. Y si no tiene otra salida que hablar, mantiene el intento de solución que lleva ensayando desde la infancia: la lucha por hablar, el forcejeo, inútil intento de solución para hablar fluidamente.

Ahí va lo que yo creo:

La tartamudez es una fobia social. ¿Por qué hay veces que soy espontáneo al hablar y hay veces que me cuesta horrores? Cuando soy espontáneo al hablar y las palabras me salen fluidas, no me acuerdo de la tartamudez: soy yo mismo, expresando mi alegría y mi autenticidad. Cuando me bloqueo y me cuesta hablar, mi mente es una mente tartamuda. ¿Por qué unas veces tartamudeo y otras no? ¿Cómo es que una gran mayoría de las personas tartamudas pueden hablar fluidamente cuando están solas y no hay nadie a la vista? Si la tartamudez fuera genética o hubiera un fallo en el cerebro, tartamudearíamos siempre.

La mirada estratégica de Nardone me sugiere esta explicación aplicada a la tartamudez:

Si durante la infancia, el intento de solución inicial apareció en pequeñas dosis, al ver que no era suficiente, la dosis de forcejeo y lucha por hablar aumentó. Igual que para derribar un muro a cabezazos, si un pequeño cabezazo no sirve, dar otro más fuerte, y si no este no es suficiente, dar otro todavía más fuerte. Hasta que llega un momento en que el forcejeo es tan evidente y tan vergonzoso para el niño, que surge la impotencia, la frustración y la culpa por ser tartamudo. La persona se “rompe” por dentro de la misma manera que se rompería la cabeza contra el muro.

A esto se añade la renuncia de la persona tartamuda a ejercer su propio poder personal. Es el “no puedo”, el “no valgo” y la entrega del poder al “otro”, sean los padres o la dependienta del pan, por poner un ejemplo cotidiano. La persona tartamuda que ha renunciado a su poder personal creerá que el “otro” tiene el poder de validar su valía como persona. Así, una sonrisa de aprobación del “otro” le causará felicidad y bienestar, temporal, claro está. Al día siguiente, una mirada de desaprobación, de burla o de ignorar a la persona tartamuda, le provocará una bajada del ánimo que podrá durar días, semanas o meses.

El campo de visión del mundo de un niño o una niña no es el mismo campo de visión que tiene un adulto. Ante un problema de comunicación, por ejemplo, no atreverse a hablar delante de una figura autoritaria (los padres, maestros) por miedo, es decir, miedo al “otro”, se produce un bloqueo en la comunicación, y el niño o la niña (depende de su personalidad, genética, entorno, circunstancias, etc.) ensaya un intento de solución: la lucha o el forcejeo para que las palabras salgan. Como las palabras salen con dificultad, lo más fácil es aumentar la dosis del intento de solución. Es decir, si un poquito de dosis no resuelve el problema, probar con más dosis, y si esa dosis no es suficiente, probar con una dosis mayor. Así, el forcejeo aumenta, la tartamudez se agrava y la fluidez nunca llega. El niño o la niña no es capaz de poner en práctica otra estrategia. Es como intentar derribar el muro a cabezazos.

El mapa mental que el niño o la niña ha creado, es decir, su visión del mundo, sus creencias y sus respuestas ante los estímulos que se le presentan, su “yo y mis circunstancias”, se mantiene ahí como visión del mundo por años y años, visión enquistada y petrificada. En lenguaje PNL, se dice que la persona ha sido programada para que funcione con el “piloto automático”. Así, la persona reacciona a las situaciones de habla y de su vida en general, tal como fue programado, es decir, tal como aprendió durante la infancia. La tartamudez sería como un mecanismo de defensa de la persona ante el mundo. Pero un mecanismo de defensa que ha resultado inútil, porque ni siquiera ha resuelto el problema de comunicación inicial, al contrario, encima lo ha agravado y ha metido a la persona tartamuda en una jaula.

Visto esto, lo que sugiere el modelo estratégico es que hay un camino posible de cambio de visión del mundo, un cambio de programación, un cambio de mentalidad: pasar de la mentalidad tartamuda (con bloqueos internos que se traducen en bloqueos externos) a la mentalidad fluida (sin bloqueos internos), que se traduciría no necesariamente en conseguir la fluidez total, sino por lo menos en recuperar el poder personal, en dejar de evitar las situaciones de habla y en dejar de intentar controlar el habla, que en sí es un acto espontáneo. Es otra manera de explicar la propuesta de John Harrison a partir del hexágono de la tartamudez, en la que decía que para disolver la tartamudez, la persona ha de cambiar por completo su manera de relacionarse con el mundo.