jueves, 19 de septiembre de 2013

El reto

Tartamudez, coaching, diálogo interreligioso, habla en público...

En el fondo estos temas van a parar al mismo lugar: el lugar de nuestro propio parto.
Y todo parto consiste en dar a luz: el alumbramiento de nuestro presente. Dar a luz  a tu tesoro más escondido, el que durante años has estado ignorando, sin saber. En mi caso, porque durante años estuve demasiado ocupado temblando pensando en mis miedos.
Cuando hayas dado a luz a tu tesoro y lo disfrutes, ya no te dejarás dominar por el  miedo.
¿Te atreves?

viernes, 6 de septiembre de 2013

COACHING: versión moderna de algo muy antiguo



COACHING

¿Tú eres realmente tú? ¿O eres una mera acumulación de limitaciones (prejuicios, creencias, sufrimientos, experiencias y miedos) que hacen de ti una cosa opaca que no transparenta ninguna luz?

El coach (en realidad, un aprendiz de Sócrates), te acompaña en tu propio parto. El proceso de coaching no es más que un proceso de parto, para deshacer lo acumulado y, una vez libre,  caminar por tu propio camino.

El arte de hacer parir.  El gran Maestro Sócrates nos enseñó cómo ayudar a hacer parir a las personas. El arte de nacer de nuevo.

Nacer de nuevo en paz, libre, y emprender tu propio camino.

Para mi, el coaching no es una herramienta más al servicio del sistema capitalista para hacer rendir más a las personas empleadas.

Para mi, el coaching es reconocer lo andado, agradecer y liberarse de su carga. Y caminar, libre, por el camino elegido. No es más que la versión moderna de la mayéutica de Sócrates, y añadiría más, de todas las grandes tradiciones, que durante milenios, han enseñado a las personas cómo liberarse de los yugos mentales, emocionales y sociales. Requisito imprescindible para caminar por la vida con libertad y responsabilidad.

¿Qué quieres cambiar? ¿Qué quieres conservar? ¿Cómo quieres escuchar? ¿Cuáles son los valores que te han permitido vivir hasta hoy? ¿Cuáles son los valores que todavía no has podido hacer realidad? ¿Cómo quieres reaccionar ante las situaciones que se presentan en la vida? ¿Cuál es tu vocación escondida? ¿Qué harías si no tuvieras miedo?

Nuestra sociedad, consumida por el miedo, está embarazada de algo nuevo que quiere nacer. Y tú estás dentro, empujando.



jueves, 5 de septiembre de 2013


El gran Jiddu Krishnamurti dándonos una lección sobre el miedo psicológico, tan común entre los seres humanos.

SINTIENDO EL MIEDO

Fuente: Revista “Speaking Out” de la Asociación Britànica de la Tartamudez, de su número de primavera de 2008. Traductor: Juan Miguel Lorente González, miembro de la Fundación Española de la Tartamudez.

La conferencia de John Harrison el octubre pasado en la Asociación Britànica de la Tartamudez incluyó un vivo debate sobre el miedo y la tartamudez. Esta es una versión resumida de algunos de sus comentarios. Como instructor de habla en público, he descubierto que la mayoría de las personas, fluidas o no, se asustan y tienen ansiedad ante el hecho de tener que hablar en público. Esto lo confirma un simple vistazo a la lista de miedos de las personas. De hecho, el tener que hablar en público está en el puesto número uno de la lista de miedos, incluso por delante del miedo a la muerte. El miedo a hablar en público puede ser abrumador. Sin embargo, en mis talleres, si yo puedo convencer a la persona que va a hablar de dejarse llevar por el miedo y no resistirse, y que esta persona tenga presente esta posibilidad de elección en ese momento, entonces el miedo se reduce y puede, incluso, que desaparezca. Si tú eliges hacer lo que te da miedo, tú controlas la situación. Tienes el poder porque estás haciendo lo que quieres, en vez de actuar como víctima de las expectativas de los demás.

La primera vez que vi este principio en acción fue cuando organicé un encuentro en la Asociación Nacional de la Tartamudez en Estados Unidos. Esa noche en concreto, una de nuestros miembros tenía una dificultad considerable para hablar, con bloqueos y forcejeos. A mitad de su discurso la interrumpí. Le dije: “¿Qué sientes?”. “Me siento avergonzada”, contestó. “Me siento asustada, bloqueada y frustrada”, añadió. “!Bien!”, dije, “por lo menos sabes lo que estás sintiendo. ¿Puedes hacer una elección consciente para tener realmente esos sentimientos?”. Ella me miró extrañada, asintió con la cabeza, y empezó a hablar de nuevo. Interesantemente, al instante habló con menos dificultad. Una vez más la detuve. “Muy bien. Ahora, ¿puedes doblar el miedo? ¿Puedes realmente elegir estar el doble de avergonzada y atemorizada?”. Ella me miró como si yo hubiera perdido los papeles, aunque me dijo que lo intentaría, y cuando empezó a hablar de nuevo, algo mágico sucedió: ella paró de luchar consigo misma. Ella sólo habló, y, sin esperárselo, hablaba sin bloquearse. Esto no pasa tan dramáticamente con todo el mundo, pero indica el camino.

El miedo tiene un propósito. La emoción se genera en el cerebro primitivo, y está ahí para asegurarse que tú haces lo necesario para sobrevivir físicamente. Aunque los centros de aprendizaje de tu cortex cerebral están muy desarrollados, el cerebro primitivo ha permanecido más o menos igual en los últimos 200 a 300 millones de años. En consecuencia, no ha aprendido nunca a distinguir entre amenazas físicas y amenazas sociales. Cada amenaza es vista en términos de vida o muerte, y se convierte en un gatillo dispuesto a ser apretado para que la respuesta “luchar o huir” salga disparada. Esto es verdad tanto si estás hablando con tu jefe como si haces algo tan sencillo como pedir una taza de té. La única manera de cambiar esa respuesta tan dràstica es enseñar a tu cerebro primitivo que cuando tú pides una taza de té no necesitas poner en marcha las mismas defensas que harían falta para hacer frente a un delincuente.

¿Cómo hacer eso? Además del trabajo que puedas estar haciendo en una terapia del habla o en una terapia cognitiva, ayuda mucho el encontrar un lugar seguro donde puedas experimentar cualquier miedo asociado con la libre expresión y aprender que esos miedos no te matarán. Tener experiencias reales de riesgo y seguridad por medio de la participación activa en Toastmasters, asociaciones de oradores u organizaciones similares, pueden llevarte a convertir el hablar en público –sea a una o a cien personas- en una actividad divertida. Recuerda, divertirse es el mejor antídoto contra el miedo escénico. Y el camino hacia la diversión comienza siendo honesto con lo que sientes y dándote la libertad de ser tú mismo.

John también habló largamente sobre el impacto de dejarte motivar por tus intenciones en vez de por tus expectativas. Puedes leer sobre esto en su artículo “How your expectations can sink your ship” (Cómo tus expectativas pueden hundir tu barco), en la siguiente dirección: www.mnsu.edu/comdis/isad9/papers/harrison9.html

Comentario del traductor

Los miedos sociales y las fobias verbales son como una tela de araña: parecen amenazantes porque sabes que hay una araña escondida vigilando, pero, en realidad, se puede romper fácilmente con la mano.